Nunca más voy a volver a ser la misma persona
Fotos: La Bifocal
Sol fue diagnosticada con Rabdomiosarcoma Embrionario cuando tenía 19 años. A sus 33 años, relata su experiencia y nos cuenta cómo la enfermedad la llevó a dedicarse a acompañar a otros pacientes que hoy pasan por lo mismo.
Durante mi tratamiento pasé mucho tiempo en el hospital. Fue bastante devastador, debido a las neutropenias febriles provocadas por los efectos secundarios. Después del primer año completé el tratamiento, sólo restaban los controles. Tres meses después de finalizar el tratamiento el cáncer se volvió a regenerar, pero esta vez no en mi cervical ni en mi axila, sino en mi columna.
El nuevo Rabdomiosarcoma embrionario provocó una fractura en mi sexta dorsal. Me colocaron algunos tornillos con barras de aleación para sostener mi columna y formaron una vértebra con el huesito de mi cadera. Todo parecía ir bien, la operación había sido un éxito, pero días después comencé a dejar de sentir mis piernas. Tras una Tac de urgencia me diagnosticaron metástasis en gran parte de la columna.
Recuerdo perfectamente cuando entré al quirófano de urgencia esa madrugada. En cuanto finalizó la operación, los jefes de traumatología me insinuaron que ya no podía volver a caminar. Los días y meses siguientes fueron desastrosos. Pasé mucho tiempo internada sin poder levantarme de la cama, con altos rescates de morfina para soportar el dolor inmenso que tenía y con un pronóstico poco alentador.
Soporté altos niveles de radiación y quimioterapia, que revirtieron la enfermedad. Pude dar revancha a las pocas expectativas de vida que tenían para mí. Unos meses más tarde, mi oncólogo me propuso realizar un trasplante de médula ósea con mis células madres con el fin de restaurar mi sistema inmunológico.
Luego de muchos años, el dolor por momentos sigue intacto. El cáncer me dejó una marca para siempre y cambió mi vida por completo. Nunca más voy a volver a ser la misma persona. La experiencia de haber pasado por una enfermedad recidivante y con metástasis, me ha hecho una persona muy vulnerable y en un constante estado de alerta ante cualquier síntoma físico en mi cuerpo, viviéndolo con ansiedad y angustia.
Hoy 13 años después puedo contar que llevo una vida feliz, plena y sana con una gran calidad de vida. A pesar de todo, siempre seguiré apostando a la vida, tomando decisiones que puedan cambiar mi rumbo para mejor. Trabajando para mejorar mis emociones y acompañando a pacientes oncológicos y sus familias desde mi experiencia y formación en el área de educación, psicooncología y patient advocacy.
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